Se desprenden dolores antiguos,
dolores
que ni siquiera conocía,
pedazos de otras vidas,
de otras Amelias de mi alma.
Se desprenden
como cuajarones de sangre,
como retazos
de una materia
más vieja que el mundo,
de una materia
que me constituyó
en los lugares
anteriores a la memoria,
anteriores
a la creacíón de la memoria,
anteriores
a la sagrada oscuridad
de Dios.
Se desprenden
hacia los mares interiores,
hacia los ríos y corrientes interiores,
hacia el callado corazón del tiempo,
hacia la fuente
de donde todo emerge
y donde todo vuelve,
y se regenera,
y sigue siendo,
en su total otredad,
la misma cosa,
siempre
la misma cosa,
en radical
eternidad.
A.S.
