Me parece que, tanto a nivel personal como social, estamos llegando al agotamiento.
Me niego a vivir esperando el Apocalipsis un día detrás de otro.
Si nos tienen que re-rescatar, que nos re-rescaten.
Si se hunde la sociedad en los abismos marinos, ya nos saldrán branquias o, en su defecto, nos ahogaremos.
Si nos echan del euro, llega el corralito y los alemanes entran en Madrid, con la Merkel vestida de cervecera de Munich a la cabeza, agitando los recibos de lo que les debemos, ya los invitaremos a cocido madrileño con cianuro, o nos colocaremos de mucamos en todos los pisos impagados que nos confiscarán, o emigraremos a Brasil o a Corea (del Sur, se entiende) a hacer fortuna o lo que fuere que se haga allí.
Si no hay más remedio que volver al trueque, espero que la hora de terapia cotice al menos al precio de olla de lentejas con chorizo.
A tomar por saco todo, coño.
Ayer o anteayer aparecía la hermosa noticia de que las pinturas de Altamira son muchos miles de años más antiguas de lo que pensábamos, y que puede que algunas de ellas sean obra de nuestros hermanos Neanderthales.
No hay nada como un poco de perspectiva.
Nos vaya como nos vaya, me vaya como me vaya, te vaya como te vaya, estoy casi convencida de que, en algún lejano milenio del futuro, los descendientes de nuestros retataranietos continuarán viviendo, amando, haciendo arte, admirando belleza y teniendo hijos.
Mientras tanto, ya nos iremos apañando.
