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martes, 13 de diciembre de 2011

Camino de Málaga (6-12-2011)

Sol en la nieve.
Blanca y azul, la sierra
sobre Granada.

Granada al fondo.
Andalucía abajo,
sigue el camino.

Málaga y mar.
Fenicios comerciantes
y marineros.



Apuntes tomados en el coche:

La autovía discurre entre monte y olivares. Una niebla poco densa, saturada de sol, se desliza y se instala entre las lineas de olivos. De vez en cuando, los pueblos blancos de la Alta Andalucía.

Al pasar por Loja, recuerdo los larguísimos viajes Málaga-Granada de mi niñez. Aquí se paraba para el café de media mañana, acompañado de unos roscos blancos, con una cubierta crujiente, de azúcar y merengue, típicos del lugar.

Guadalmedina, río de la ciudad en árabe.
El río seco de Málaga, al que yo he visto, sin embargo, cuando era chica, ponerse bravo en época de lluvias y comerle el terreno, calle a calle, a la población al completo.
El balcón de mi casa daba al río. Desde allí arriba, la ciudad inundada semejaba una Venecia andaluza y cutrosilla de finales de los cincuenta. Pero yo, entonces, no pensaba en eso. Sólo miraba muebles, maderas y algún perro muerto pasar flotando calle abajo.

Los niños de mi generación pasábamos mucho tiempo en los balcones. Cosas de la era pretelevisiva.
Desde el de mi abuela se podía ver perfectamente cómo desfilaban los entierros. Ni punto de comparación con los de ahora. Por aquel entonces, el asunto de la muerte se llevaba como es debido, con el difunto en carroza negra tirada por cuatro caballos con penacho, y detrás, a pie, la comitiva fúnebre.
Con una frecuencia escalofriante, la carroza, los caballos y los penachos eran blancos: Llevaban a enterrar a un niño. Yo, sin embargo, a mis cuatro o cinco años, no me daba por aludida. A esa edad, se sabe poco de la muerte.

Málaga: La condición de origen de una ciudad, fundada por fenicios, "astutos varones del mar" (Odisea), que montaron un chiringuito en la playa para allegar pescado y vender quincalla de todo a cien a quien se terciara. Y que sigue, tres o cuatro mil años arriba o abajo, viviendo, más o menos, de lo mismo: Guiris a los que esquilmar, pescaíto frito, y poco más. La historia tiene mucha menos prisa que nosotros.

(Por cierto, y para los que caigan en la tentación de tener en poco a esa cultura comercial y marinera, recordarles que esos fenicios tan escasamente "espirituales", esos que andaban fundando ciudades y unificando Mediterráneos dos mil años antes de Cristo, fueron, sin ir más lejos, los inventores del alfabeto fonético, ese que luego copiaron los griegos, y que resulta ser el padre de éste en el que escribo ahora. Entre otras cosas.Muchas. Vive Astarté. Y Baal. Añado.)