Una de las cosas más terribles que me han sucedido en esta vida es tener que convertirme en la madre de mis propios padres.
Tomar decisiones que ellos ya no podían tomar.
Asumir la responsabiliodad sobre sus vidas.
Y vivir con ese peso.
Es algo que antes o después le pasa a casi todo el mundo, así que carece por completo de méritos especiales.
Pero cualquiera a quien le llegue esa hora sabe hasta qué punto duele. Y hasta qué punto, haga uno lo que haga, se siente en falta. Culpable. Insuficiente.
Y es que no hay soluciones buenas. Sólo unas menos malas que otras.
Tiene castañas, la vida.
Y,a medida que se avanza en ella (al menos, esa es mi experiencia), más castañas.
Supongo que para un anciano, ya debe ser la leche.
No puedo ni imaginarme la dureza de esa transición y de esa etapa.
Pero todo llegará, si Dios quiere.
Y, mejor o peor, tendremos que vivirlo.
De momento, me basta y me sobra con lo que me toca ahora.
Entre unas cosas y otras, voy servida. Más que servida.
De momento.
