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viernes, 1 de octubre de 2010

Gratitud

El misterio es pequeño,
hondísimo,
de una humildad sagrada.
El misterio es paciente,
vacío,
una flor en el centro de las cosas.
A.S.


De vez en cuando, la vida te concede un paréntesis, un pedacito de tiempo, de espacio y de tranquilidad para realizar calladamente una tarea de inmersión profunda en el paisaje interno, de reestructuración, de transformación, en algunos aspectos, radical.
Tales espacios, tales nidos de renovación son tan preciosos, tan necesarios y tan raros que me siento inmensa, inmensamente privilegiada por haber dispuesto, en los meses pasados, de uno de ellos.
Los antiguos griegos llamaban témenos a los lugares sagrados de asilo y curación. Yo he estado recluida en un témenos interno -y casi externo-, y en él he podido realizar una tarea también sagrada.
Y quiero expresar mi gratitud, mi sencilla gratitud por este regalo. En primer lugar, a la Divina Madre, que me ha bendecido con su ternura y su alimento, y con cuya nutrición -a veces dulce, a veces áspera- he encontrado fuerzas para acceder, con dolor y con gozo, a lugares desconocidos de mí misma. Y después a la corriente, al flujo creativo que brota de su seno, cuya intensidad, cuyo vigor ha impulsado ese ascenso y descenso simultáneos, y la limpieza, la purificación del paisaje y la mirada.
Y quiero agradecer también la ayuda humana que se me ha brindado. Y, de manera destacada, la de César, un amigo impagable, al que hace tiempo que nombré mi antimaestro por la lucidez de su mirada, no exenta de rasgos luciferinos, por el continuo desafío que supone y por la limpidez del espejo que me presta. Gracias, César.
Y a esta cibershanga, esta comunidad virtual que comenta, que apoya o que critica, que asoma o desaparece, gracias también. La magia de la red, donde como en el mundo del que forma parte se mezclan energías e influencias de todo tipo, es capaz, sin embargo, de poner en contacto sensibilidades y caminos afines o diferentes, traspasando distancias, saltando sobre océanos y continentes y tejiendo relaciones profundas y significativas, más allá de la limitación material. Alex, Mónica, Delia... sencillamente os amo, a vosotros y a otros y otras que comentan, que aportan, o se callan, que ponen de sí mismos en esta trenza, en esta obra común que oficiamos entre todos.
Y a quienes viven en mi proximidad, mi amor y mis disculpas por meses de ausencia energética, de ensimismamiento, y también por lo que pueda tocarles de la agitación que vendrá, de las consecuencias que traerá este retiro.
Ahora, suavemente al principio, el mundo empieza a reclamarme. Y hay tanto por hacer, tanto por cambiar, tanto por aclarar, tanto por desarraigar y por construir, que quiero donarme a mí misma caudales infinitos de paciencia, de amor, de pulcritud y de no exigencia. Haré, espero, si Dios quiere, lo que tenga que hacer, y más importante aún, intentaré abrirme cada vez más para que él haga en mí lo que sea su voluntad, pero todo ello sin forzarme, sin tratar de correr ni de ir más lejos de donde lleguen en cada momento mi mirada y mi certeza. Un paso tras otro, permitiéndome, ahora que (tal vez) he aprendido (un poco), todos los paréntesis y los descansos que necesite. Que van a ser, creo, bastantes.
Para nada tengo claro a dónde voy. Sería raro que lo supiera, porque lo que viene es una etapa nueva.
Pido a la Madre sabiduría, prudencia, valentía y amor. Y el bendito don de su gracia.