aenlibertad@gmail.com



Nuevo blog:

POEMAS Y TEXTOS (nombrando paisajes, misterios y silencios) ameliadesola.blogspot.com.es



lunes, 20 de septiembre de 2010

Repartir el trabajo

¿Es el trabajo un fin en sí mismo?
Me explico: Hoy por hoy, todo el mundo parece coincidir en que es un problema esto de que no haya trabajo para todos. Porque, si el trabajo se ha convertido en un bien escaso, ¿de qué van a vivir los crecientes en número desafortunados que no tengan la suerte de pillar un curro? Grave problema. Que parece implicar que la única forma de organizarse es esta que padecemos, con los resultados por todos conocidos.
Y, lo peor, no sólo no hay curro para todos, sino que probablemente esa tendencia se acentúe, en parte porque la disminución del consumo implica menos necesidades de producción, sobre todo de artículos manifiestamente prescindibles, y en parte, porque la tecnología suprime la necesidad de mano de obra humana.
Desgraciado, ¿no?
Pues no. De desgraciado, nada. Una bicoca, si no fuera por la mentalidad que nos aqueja.
¿Se consideraría, en una casa, por ejemplo, algo desgraciado el hecho de que hubiera menos cosas que hacer? ¿O se repartirían sus moradores las escasas tareas, trabajarían todos menos y santas pascuas?
Si, a nivel social, hay menos necesidad de trabajar, repartamos el trabajo y trabajemos menos todos. Y punto. Y, cuanto menos, mejor, que ganaremos en salud, perderemos en estrés y con seguridad viviremos más y más contentos y divertidos.
¿Y cobraremos menos todos? Pues sí, probablemente, sí, al menos, para empezar. Y hasta que consigamos el (escaso) nivel de inteligencia necesario para comprender que un crecimiento indefinido, basado en un consumo descontrolado de productos absolutamente inútiles, va a dar al traste, como está sucediendo, con la salud individual, social y planetaria.
Hasta que comprendamos que el trabajo y el consumo no son fines en sí mismos, sino medios, sencillamente medios para fines. Y que la calidad de vida no tiene nada que ver con acumular hasta la exageración. Y que la producción tiene que adecuarse a las necesidades, y no a la inversa. Y que pensar las cosas es mejor que dejarlas a la buena, no de Dios, sino de los especuladores, logreros y demás peña. Y que el crecimiento sin control tiene un nombre: cáncer. Y que o cambiamos hacia modos y maneras más adaptativas o nos extinguimos y ya.
Y hasta que, oh herejía, desechemos de una pastelera vez el darwinismo social y miremos a nuestro alrededor para comprobar que los ecosistemas se rigen (también) por la cooperación, y que a la larga la solidaridad va ser no sólo rentable, sino cuestión de supervivencia.
Todo esto llegará a.- por elevación del nivel de conciencia como consecuencia de una integración madura de las enseñanzas de la crisis económica, social, ecológica et al. en la que estamos metidos; b.- por narices; c.- por ambas cosas; d.- porque nos iremos al tacho, que dice el tango, y los cuatro que queden, si es que quedan, tendrán que organizarse de otra manera.
Estaría bien, muy bien, que fuera por aprendizaje.
Digo yo.